Vertidos En El Amazonas: Una Tragedia Sin Fin
EOSDA introduce el análisis de imágenes de satélite para la monitorización remota de los lugares de extracción de petróleo y las rutas de transporte, así como evaluar las consecuencias de los desastres medioambientales.
Durante siglos, los indígenas han vivido en paz y armonía con la naturaleza en un territorio de más de 20 millones de acres de selva amazónica ecuatoriana, un lugar de la Tierra con una biodiversidad sin igual. Ahora, la zona corre el riesgo de quedar arruinada para siempre debido a las nefastas consecuencias de la extracción de petróleo.
En 2020, las comunidades indígenas se enfrentaron al mayor vertido de petróleo de los últimos 15 años. Casi dos años después, los ríos volvieron a ennegrecerse. EOS Data Analytics, en su misión por preservar el planeta, utilizó el análisis de imágenes de satélite para apoyar la investigación de las consecuencias del vertido de petróleo. Representantes de las comunidades indígenas y un experto de una ONG medioambiental también participaron en el debate.
¿Qué Pasó En 2020
Los pueblos indígenas de la Amazonía ecuatoriana tuvieron una noche de primavera devastadora debido al accidente que poco después fue noticia. El 7 de abril de 2020, tres oleoductos (SOTE, OCP y Poliducto Shushufindi-Quito) en la parte alta del río Coca se rompieron tras un deslizamiento de tierra que provocó un vertido de crudo y combustible en el sector de San Rafael, en el límite entre las provincias de Napo y Sucumbíos. El crudo no tardó en ser arrastrado río abajo, afectando también al río Napo, afluente del Amazonas, e incluso llegando a la localidad de Cabo Pantoja, en Perú. No solo eso, la ruta del vertido pasó cerca o a través de los parques nacionales Yasuní, Cayambe Coca y Sumaco-Napo Galeras.
La ruptura de un oleoducto en el Ecuador amazónico es más una costumbre habitual que una sorpresa, debido a las características naturales de su paisaje. El petróleo extraído en la selva se transporta hasta la costa del Pacífico a través de los Andes. Los oleoductos se instalan a lo largo de los ríos, por ejemplo, en la zona del río Coca. El problema es que la región es inestable, con erupciones volcánicas, terremotos y frecuentes inundaciones. Por eso, cualquier infraestructura que se construya en la zona corre peligro. Y, en cuanto a las instalaciones de extracción de petróleo, sus daños provocarían inevitablemente daños medioambientales. Hubo varios incidentes con el oleoducto SOTE antes de 2020. Dada la tendencia, tristemente, una nueva ruptura del oleoducto era solo cuestión de tiempo.
La ruptura del oleoducto de 2020 fue causada por una erosión en la cabecera del río Coca. La erosión de cabecera se produce cuando un río erosiona en su nacimiento, alargando su cauce en dirección contraria a la del caudal. A raíz de estos cambios, el río comenzó a descender con gran fuerza, lo que acabó rompiendo parte del talud lateral. La erosión llegó al lugar donde estaban enterradas las tuberías y causó esos daños.
Pero, ¿por qué se produjo la erosión en primer lugar? Existe la teoría de que las actividades humanas la desencadenaron. Algunos expertos relacionan esta erosión con la presa hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, en particular con su embalse de derivación. El embalse tiene un sistema de trampas de arena que filtran los sedimentos del agua (el Coca es un río con alto contenido en sedimentos). Las aguas con menor carga de sedimentos tratan de recuperarla erosionando el lecho y las orillas del río. Esto se denomina “aguas hambrientas”. Este mismo fenómeno es la razón por la que la cascada San Rafael, de 150 metros de altura, cambió su curso el 2 de febrero de 2020.
Cabe añadir que el debate sobre el origen de la erosión ya existía antes del vertido de petróleo. Alfredo Carrasco, geólogo y ex-secretario de capital natural del Ministerio del Ambiente de Ecuador, señaló que la erosión y posterior derrumbe de San Rafael tenían un origen natural.
Las Consecuencias Del Vertido: Río Y Tierra Contaminados Y El Bienestar De Los Pueblos Destruido
Las comunidades indígenas que viven en las proximidades de los oleoductos y dependen de las aguas de los ríos Coca y Napo enseguida sufrieron las consecuencias del accidente.
El olor era muy fuerte y cuando fuimos a ver el río, estaba manchado de petróleo. Ese rato primero no sabíamos qué hacer, a dónde acudir. Porque el río Napo es la última fuente hídrica; es crucial para la gente que vive en sus orillas.
Bajamos al río y vimos petróleo por toda la orilla. Las plantas que protegían la orilla del río estaban muy contaminadas y tenían manchas de petróleo en sus hojas. Las piedras también estaban negras. Todo tenía un aspecto horrible.
Para estas comunidades, el problema no es sólo el vertido. El río es su principal medio de vida: en él pescan, se bañan y lavan la ropa. Además de impedir que los habitantes del Amazonas utilicen el agua para sus actividades diarias, la contaminación por petróleo afecta a la biodiversidad de la región.
Antes del vertido, había varias especies de pescados. Hay un mes específico donde suben los bocachicos hembras a las lagunas a depositar los huevitos. Ese mes, la gente kichwa es feliz pescando. También hay pescados que bajan cada 2-3 días. Cuando los peces suben en gran cantidad, aprovechamos cogiendo los más que podemos para asegurar la alimentación de toda la familia. La diferencia es que eso ya no sucede. Ahora uno solo alcanza a ver unos pocos peces flacos o muertos.
El río ya no es seguro para pescar y bañarse porque gran parte del petróleo se ha hundido en el fondo del río, liberando así su veneno.
Como resultado, los indígenas han tenido que depender de envíos de agua limpia y alimentos, en lugar de vivir de la tierra y el río como lo habían hecho sus antepasados durante siglos. Cuji dice que los líderes de la comunidad han pedido ayuda para construir pozos con los que obtener agua limpia.
Los territorios indígenas afectados coinciden con el Área Clave de Biodiversidad (KBA) del Bajo Napo, que alberga más de 580 especies de aves y animales, por ejemplo, jaguares, tapires amazónicos, delfines del río Amazonas, águilas arpías y pájaros tiránidos. Estas especies están en peligro a causa de la deforestación (las tierras se utilizan para actividades agrícolas como la ganadería) y la caza furtiva para el comercio de especies silvestres. Los vertidos de petróleo no hacen más que empeorar la situación.
El análisis de imágenes de satélite de las zonas afectadas también pudo mostrar las nefastas consecuencias de los vertidos de petróleo en la naturaleza. EOSDA obtuvo imágenes de alta resolución de la zona de la cascada de San Rafael para evaluar cómo la contaminación por petróleo afectó a la vegetación cercana.
EOSDA LandViewer
Elabore mapas con datos satelitales de cualquier área extensa, gracias a las herramientas SIG especializadas disponibles en uno de los mayores catálogos de imágenes de satélite gratuitas.
El accidente provocó el declive de la vegetación cerca del río Coca. Los árboles, que hasta entonces actuaban como cemento para el suelo de las orillas, no pudieron crecer tras el impacto destructivo de los productos petrolíferos. Como resultado, aumentó la erosión existente.
Analizamos los cambios en la vegetación cerca de San Rafael utilizando el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI) en nuestra plataforma EOSDA Crop Monitoring. Los resultados mostraron un descenso del 25% de la vegetación en la zona después del 7 de abril de 2020. Las imágenes también muestran que la zona verde de vegetación se había reducido mucho debido a la erosión del suelo.
Curiosamente, las comunidades indígenas fueron las que se encargaron de dar la noticia de la catástrofe. Al menos a los especialistas de las ONG medioambientales que trabajan en la región.
El ex coordinador de Amazon Watch’s en Ecuador, Carlos Mazabanda, recuerda que se enteró de que había “algo de petróleo en el río” a través de las comunidades indígenas. Más tarde, salió a la luz información oficial sobre la ruptura de un oleoducto de Petroecuador (la empresa petrolera estatal que opera la red de oleoductos SOTE, cuya tubería se rompió). Según el especialista, en ese momento no se dieron detalles sobre el tamaño del vertido de petróleo. Sin embargo, las fotos de las comunidades indígenas pudieron dar una idea del problema.
Ellos [las empresas] siempre dicen que la situación está controlada, pero la primera foto de las comunidades indígenas en la zona fue horrible. Por ejemplo, recuerdo la imagen de un niño pescando cuando el oleoducto se rompió. Salió del río con petróleo por todo el cuerpo. Después de eso, empezamos a ver muchas imágenes de este tipo tomadas en otras zonas.
Según las ONG ecologistas y autoridades locales, más de 150 comunidades indígenas de 22 parroquias de las provincias de Sucumbíos, Napo y Orellana sufrieron directamente las consecuencias del vertido de petróleo. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) estimó en su comunicado que unas 118.000 personas se vieron afectadas por la catástrofe, incluidas las que sufrieron las consecuencias indirectamente. Entre ellas, más de 27.000 personas tuvieron dificultades para acceder a agua y alimentos. Según Verónica Grefa, era imposible consumir el agua del río, pescar en él y hacer rituales.
Los habitantes de esas comunidades también desarrollaron problemas de salud. La exposición al crudo ha provocado numerosas enfermedades cutáneas y estomacales, algunas de ellas permanentes. Veronica Cuji informó de que muchas personas de su comunidad de Seoqueya han sufrido problemas intestinales.
Greva señaló que entre los síntomas que tuvieron los lugareños poco después del vertido estaban dolor de cabeza, asfixia y fuertes mareos.
El vertido de petróleo de abril de 2020 se convirtió en el segundo mayor de los últimos 15 años en Ecuador. En total, se perdieron en el vertido alrededor de 15.800 barriles. Según Alexandra Almeida, de la organización ecologista Acción Ecológica, 360 kilómetros de río quedaron contaminados. La organización recogió muestras de agua y suelo en las riberas de los ríos Coca y Napo, en el territorio de seis comunidades afectadas. El informe emitido en octubre de 2020 confirmó la presencia de contaminantes como hidrocarburos y metales pesados (como níquel, plomo y vanadio). Por ejemplo, una de las muestras tenía 191 veces más plomo del permitido por la norma. Así que, a pesar de los esfuerzos de recuperación, estos territorios seguían siendo peligrosos para los lugareños en cuanto al acceso a agua potable y alimentos.
Desgraciadamente, un año después del vertido seguían existiendo signos de contaminación.
El veneno sigue aquí. Ese vertido ha dejado bastantes sedimentos en las orillas del río Napo. Vi que la empresa responsable de la limpieza del vertido de petróleo no lo hizo. Creo que ellos [los representantes de la empresa petrolera] crearon una ilusión de limpieza y recuperación para justificarse frente a las comunidades. Pero veo que no se hace nada. Estamos pescando, consumiendo la misma agua del río y hay peces que todavía huelen a gasolina.
La contaminación por petróleo afecta al organismo humano de forma gradual.
Esperemos que de aquí a unos años no les pase nada a nuestros jóvenes que también están comiendo pescado.
Llueve Sobre Mojado
Tres factores han estado afectando las condiciones de vida de estas comunidades, sus derechos económicos y sociales.
La pandemia de la COVID-19. Los pueblos indígenas han tenido que hacer frente a la emergencia sanitaria provocada por la COVID-19. La contaminación del agua de los ríos y del suelo supuso una muerte lenta para las personas cuyo estilo de vida se basa en el acceso a los recursos naturales. Además, las comunidades no podían seguir utilizando plantas medicinales contaminadas. También fue difícil para el personal sanitario “del mundo exterior” ayudar a la gente con prontitud y suministrarles tests de COVID, medicamentos y artículos de higiene, ya que muchos asentamientos están tan alejados que sólo se puede llegar a ellos por agua o aire.
Extracción de petróleo perjudicial para el medio ambiente. El extractivismo en la Amazonia y la falta de medidas preventivas y de seguridad de las empresas explotadoras con respecto al medio ambiente tienen efectos negativos. Como resultado, la zona ha sufrido numerosos vertidos y otros desastres naturales. A nivel de país, el número de vertidos es enorme, incluso si hablamos de las dos últimas décadas. De 2005 a 2015, se registraron oficialmente más de 1169 vertidos en el país, de los cuales el 81% (952) ocurrieron en la región amazónica. Y entre 2015 y 2021, se registraron 899 incidentes.
Marginación de las comunidades indígenas. Las comunidades se han enfrentado a una marginación histórica y la falta de apoyo por parte del gobierno. En 2007, Ecuador votó a favor de la Declaración de la ONU sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas y ratificó el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales. Sin embargo, las personas de las comunidades indígenas no tienen plenas garantías de derechos civiles, territoriales, políticos y culturales. No obstante, se esfuerzan mucho por obtenerlos en el ámbito jurídico.
Encrucijada Moral Y Ecológica
En abril de 2020, hasta 105 comunidades presentaron una demanda colectiva de acción para la reparación medioambiental que, en marzo de 2021, la Corte Provincial de Orellana, Ecuador, rechazó.
Como líder de la organización sentimos que nuestros derechos han sido vulnerados; nosotros reclamamos por una justa razón. Nos sentimos humillados, sólo queremos justicia.
Desde mayo de 2020, la empresa dejó de entregar alimentos. Ni siquiera volvió a preguntar a los habitantes de estas comunidades si se encontraban bien o si necesitaban atención médica urgente.
Los indígenas esperaban más ayuda y comprensión de sus necesidades por parte de la empresa petrolera y del Estado.
En cuanto a la alimentación, las instituciones gubernamentales ya no quieren atendernos. Hemos estado sobreviviendo por nuestra cuenta. La empresa responsable del oleoducto dijo que vino con mucha comida que duraría 15 días. Y yo me pregunto, ¿qué íbamos a hacer con 3 o 5 libras de arroz, una bolsa de fideos y avena y una lata de sardinas? Esta comida no está en la dieta de nuestra cultura.
Recibimos una botella grande de agua potable. Da para un vaso para cada uno, pero también necesitamos agua para cocinar, lavar y bañarnos. Nos dieron cuatro galones de agua, cada uno de los cuales apenas era suficiente para unas pocas horas. Durante esos 15 días, tuvimos que volver al río.
A las comunidades indígenas también les preocupa que los vertidos de petróleo sigan arruinando su hogar amazónico. Y tenían razón: un nuevo accidente ocurrió en menos de dos años.
La Historia Se Repite En 2022
Como si de una broma macabra se tratara, la misma situación se repitió el 28 de enero de 2022. Una vez más, el oleoducto OCP se rompió (aunque ocurrió en otro sector de la provincia del Napo, Piedra Fina) y cerca de 3.600 barriles de crudo fluyeron hacia los ríos Coca y Napo. El incidente se produjo debido a un desprendimiento tras las fuertes lluvias de las horas anteriores.
La empresa de transporte de petróleo OCP Ecuador aseguró que el sistema de detección de rupturas funcionó y detuvo el bombeo de crudo y, gracias a la construcción de piscinas, sólo se filtraron “pequeñas trazas” de crudo (1.000 barriles) al río. Según su información, los restantes 5.300 barriles fueron recogidos de las piscinas y almacenados para su exportación.
El vertido contaminó unas 2 hectáreas en la reserva nacional Cayambe-Coca (las estimaciones varían entre 16.913 y casi 21.000 metros cuadrados). La biodiversidad del parque nacional es impresionante: 100 especies de plantas endémicas, 900 especies de aves, 200 especies de mamíferos, 140 reptiles y 116 anfibios viven allí.
Las comunidades indígenas de los alrededores del río Coca se encontraban, una vez más, en una situación de vulnerabilidad al no poder contar con uno de sus principales recursos naturales hasta que se eliminara toda la contaminación. Aunque la empresa prometió indemnizar a todos los afectados, muchas comunidades no han recibido tan siquiera la indemnización por el desastre de 2020.
Tampoco está claro qué indemnización por el último accidente recibirán los pueblos indígenas y si les permitirá o no seguir con sus vidas. Los pueblos indígenas no aprecian las cosas materiales del mismo modo que los habitantes de las grandes ciudades. Deben tener acceso a los recursos naturales: agua limpia, peces, plantas o suelo.
El oleoducto volvió a funcionar 11 días después del vertido, el 7 de febrero.
Análisis De Imágenes De Satélite Para Monitorizar Las Zonas De Extracción Y Transporte De Petróleo Y Evaluar Los Daños Causados
La monitorización de los territorios con campos petrolíferos y oleoductos mediante imágenes de satélite es una de las medidas que los organismos gubernamentales y las compañías petroleras pueden adoptar para conocer el estado de las infraestructuras y los terrenos circundantes.
Los especialistas pueden monitorizar las zonas propensas a la erosión para conocer con antelación los riesgos para la integridad de las tuberías y tomar las medidas necesarias para evitar incidentes. Por ejemplo, cerrar un oleoducto y reforzar las orillas del río. O si el vertido se produjera, las imágenes de satélite pueden utilizarse para definir las zonas afectadas.
La herramienta de observación por satélite de EOS Data Analytics, EOSDA LandViewer, y las imágenes de satélite de alta resolución pueden proporcionar información sobre las zonas donde se produce la extracción de petróleo.
Es Hora De Actuar
Las comunidades indígenas que han sufrido dos catástrofes ecológicas en dos años están decididas a luchar hasta que la Amazonia esté a salvo de alteraciones en la vida silvestre y los daños a la tierra causados por la extracción de petróleo.
Dado que el petróleo es esencial para las economías modernas, lo menos que pueden hacer los involucrados en la industria petrolera es tomar las precauciones necesarias y asumir la responsabilidad cuando personas y el medio ambiente se ven afectados por las rupturas y vertidos de los oleoductos.
Defendemos nuestros derechos colectivos. Protegemos nuestro territorio, nuestras tradiciones, nuestra cultura y el acceso al agua y a los alimentos. Eso es todo lo que tenemos.
La misión de EOSDA es ayudar a preservar el medio ambiente de nuestro planeta proporcionando soluciones de software y experiencia en el análisis de imágenes de satélite para gestionar sus recursos de forma inteligente. Utilizamos los datos de satélite y el aprendizaje automático para analizar estos datos con el fin de resolver tareas, pues nuestras soluciones se centran en prácticas sostenibles. Al mismo tiempo, admiramos los conocimientos que las comunidades indígenas han ido adquiriendo al vivir en armonía con la naturaleza. Estos pueblos son el ejemplo de la gestión sostenible de los recursos. Por ello, creemos que su voz debe ser tenida en cuenta a la hora de tomar cualquier decisión sobre los territorios en los que viven.
El 4 de febrero de 2022, la Corte Constitucional de Ecuador dictó una sentencia que permite a las comunidades indígenas decidir sobre los proyectos de extracción de minerales y petróleo que puedan afectar a las tierras en las que viven. El veredicto tiene su origen en una demanda que se remonta a 2018, cuando la comunidad A’i Kofan de Sinangoe solicitó la cancelación de hasta 52 concesiones mineras de oro a lo largo del río que utilizan para sus necesidades cotidianas.
El hecho podría sentar un poderoso precedente legal para proteger 23 millones de acres de territorios indígenas. Los activistas esperaban que el fallo impidiera al presidente de Ecuador, Guillermo Lasso, poner en práctica su plan de duplicar la extracción de petróleo a 800.000 barriles diarios en los próximos cinco años. No fue así, lamentablemente. En abril de 2022 se conoció que el país comenzó a bombear petróleo de un tercer campo ubicado parcialmente en el parque Yasumi. El campo, llamado Ishpingo, junto con otros dos (Tiputini y Tambococha) conforman el llamado bloque ITT, que alberga más del 40% de los yacimientos probados de crudo de Ecuador.
Los indígenas no han abandonado su lucha para proteger sus tierras de la dañina extracción de petróleo. Salieron a las calles en junio de 2022 exigiendo a las autoridades que aumenten los subsidios a los combustibles, que prohíban nuevos proyectos petroleros y mineros, y que frenen los planes de privatización de activos estatales. Esperamos que los pueblos indígenas y los ecologistas alcancen sus objetivos, al menos parcialmente.
Acerca del autor:
Natalia Borotkanych tiene un doctorado en Historia espacial, un máster en Política exterior de la Academia Diplomática de Ucrania y un máster en Gestión y administración pública de la Academia Nacional de Administración Pública del Presidente de Ucrania. Su experiencia incluye trabajar en proyectos empresariales, científicos, educativos y gubernamentales durante más de 15 años.
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